Bermeo. Historia, cultura y tradición en conserva.

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Para hablar de tradición gastronómica es casi obligatorio hablar del País Vasco, una tierra que no solo recopila instagramizables paisajes y trillones de Estrellas Michelín, sino que también adquiere el honor de ser tierra madre de tradiciones centenarias como la de conservar pescado, y de esto el pueblo Vizcaíno de Bermeo sabe muy mucho.

La villa que ostentara hasta 1602 el título de “Cabeza de Bizkaia”, consiguió salir campante de cinco incendios entre los siglos XIII y XVI, manteniendo con orgullo la mayor y mejor flota pesquera de bajura de toda España. Una romántica historia que unió en matrimonio al pueblo de Bermeo con la industria conservera del mar cantábrico.

El origen

El idilio, que nace con la creación de la Casa Escabechera de la Cofradía de San Pedro, ha pasado por diferentes crisis y algunas reconciliaciones, como la del decreto de Espartero en 1841, que dictaminó trasladar a la costa las aduanas, una normativa que izó hasta lo más alto la bandera conservera bermeana.

Bermeo. Andar, e pescar, e salar.

Anchoas Bermeo Como casi todas las grandes historias, la tradición conservera de Bermeo tiene un origen de lo más humilde, donde la elaboración de las conservas se realizaba en pequeños talleres familiares y casas particulares, que hasta principios del siglo XVIII, no se convirtieron en las grandes industrias que conocemos ahora, eso sí, la tradición familiar se ha conservado, valga la redundancia, en la mayoría de aquellas humildes proto-empresas.

La evolución

De hecho, no fue hasta el siglo XX cuando Bermeo se lanzó al mar de cabeza y sin flotador, a por toneladas de anchoas y exquisiteces varias, poniendo la guinda del pastel a una fuerte tradición conservera que nos ha dejado una herencia de notables e internacionales marcas. A quién no le suena el slogan ¡qué bien, qué bien, hoy comemos con Isabel! de la conservera bermeana Garavilla. O el pasional romance del catalán José Serrats con la anchoa del Cantábrico, por la que se trasladó a Bermeo allá por el año 1890, construyendo una de las grandes marcas conserveras que ha viajado con éxito a los cinco continentes.

La industria de cerca

Pero más allá de lo histórico y anecdótico, si de lo que se trata es de adquirir un poco de técnica conservera, solo hay que pasarse por la fábrica de Conservas Zallo, oler el atún y la anchoa muy de cerca, observar la insuperable destreza de las manos femeninas en el enlatado del pescado y, por supuesto, catar delicias de ventresca que no han dejado indiferente a un solo chef de qualité.

La arquitectura conservera de Bermeo

Puerto de Bermeo La industria conservera de anchoas y bonito -del norte claro-, no solo modernizó hasta cierto punto el pintoresco puerto de Bermeo, sino que transformó el paisaje urbano de la villa, que a día de hoy conserva edificios de arquitectura industrial racionalista, como los diseñados por el arquitecto bermeano Pedro de Ispizua. Un acogedor casco histórico para pasear, donde conviven antiguas casas multicolor de pescadores con edificios conserveros memorables. Y como hacer ejercicio bien merece alguna recompensa, siempre está la opción de hacer una o cinco paradas en los tradicionales restaurantes bermeanos, para no perderse la atractiva oferta de pescado fresco y deliciosas conservas, que acompañadas con un txakoli o sidra de la zona, pasarán sin ninguna duda a la posteridad de experiencias gastro-top. No hay que perderse los aperitivos de conservas de la tasca Beti Ondo o del bar Torrontero, ni prescindir del pescado fresquisísimo de restaurantes como San Pedro o Artza. Así que dicho esto, súbete a Autocares David y vamos a Bermeo a disfrutar de esta experiencia.
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